¿Quién
puede verlos?
Voy saliendo de clases, camino a
casa, son las 08:30 p.m. y en el centro empieza la vida nocturna. Muchos turistas salen a ver mi
linda Cartagena, la tan codiciada, Histórica Cartagena.
Tierra llena de encantos y sorpresas,
de bellas morenas que con su baile sensual y su carisma enamoran a los
extranjeros.
Pero hoy, mis ojos están viendo
mas allá, no se que me sucede, esta noche no parece como las demás noches, hoy
puedo ver otro mundo detrás del hermoso antifaz de lentejuela que mi
bella ciudad suele usar.
Ya no identifico a los gringos, los
típicos rubios, con ojos azules, con caritas de ken que se ven disfrutando de
nuestras playas los domingos.
Esta noche contemplo otra clase
de forasteros, para la mayoría de nosotros los “normales”, ellos tampoco son de
los nuestros, no son blancos con dientes perfectos de actor, tampoco lucen ropa
de Armani, ni andan por la ciudad en Porsche o Ferrari.
No obstante, ellos hablan un
idioma diferente y sus vidas como de
extraterrestres no son aceptadas en esta sociedad materialista, donde
no se le da cabida a ninguno que no sea perfectamente superficial,
encantadoramente exhibicionista, brutalmente hipócrita y definitivamente un ser
frío, sin corazón y moral.
Ellos no son aceptados, simple y
sencillamente porque ellos "no tienen nada”.
Ellos que pasan con sus ojos perdidos
en el tiempo y sus manos buscando siempre algo más.
Ellos que no tienen aroma de
rosas en sus cuerpos, ni esperanza en sus corazones.
Ellos que no encuentran otra
forma de hacerse notar que repetir la misma frase:
Tengo hambre, dame pa’ comé ahí!.
Ellos que dicen creer en Dios,
pero cuando les explicas, que a Dios no le gusta verlos así, solo responden:
¡Pero, que puedo hacé, así es la vida! , como resignándose a vivir el resto de
sus días en la calle, comiendo residuos de basura y pidiendo limosna, conformes
sin la ayuda del Soberano, del que una vez escucharon y del que en el fondo
creen, del que puede restaurar sus vidas; todos esos pensamientos producto de
años esclavizados por el sufrimiento y del desprecio de aquellos que podían verlos y
decidieron no hacerlo.
Ellos son llamados los
invisibles; o como decimos los costeños: Los Locos.
Yo me pregunto, ¿Son ellos
invisibles? O ¿Somos nosotros los invisibles, existiendo en el mundo de ellos?
¿Por qué no hay contacto entre
nuestros mundos?
¿Tanto nos creemos que no podemos
dejar de mirar tan alto, bajar un tanto la cabeza y extender una mano al caído?
¿Cómo podemos comernos suculentos
platos de comida en frente de aquel que quizás lleva días sin probar bocado?
¿Tan crueles somos? ¿Acaso son
piedras nuestros corazones?
¿Cómo paso inadvertido al lado de
un “invisible” si su vida me pide a gritos “AYUDA”?
¿Qué tengo yo, que me hace creer que soy mejor que ellos? ¿Acaso, una casa, un carro, ropa y comida me llenan cuando mi
vacío empieza a ser espiritual?
Ellos nos llevan ventaja, pues,
segura estoy que el Creador puestos sus ojos tiene sobre aquellos que la
sociedad consideró, vil, indigno y miserable.
El les ha dado el cielo a los
pobres de espíritu, a aquellos que se dan cuenta que necesitan de él.
El consuela a aquellos que sus
ojos enrojecidos y dolidos no paran de llorar.
El le ha dado por herencia la
tierra a aquellos que son humildes de corazón.
El sacia a los que tienen hambre
y sed de justicia.
El trata con compasión a aquellos que son compasivos.
El les ha dado el aval de poder
verlo a aquellos que tienen corazón puro.
Les ha manifestado: Serán
llamados Hijos de Dios, aquellos que procuran la paz.
Ahora me pregunto:
¿Puedes ver a los
invisibles?
Puedes notar que han estado
ahí todo el tiempo, esperando de ti más que una moneda, esperando la vida y la
luz que emana de ti, luz que el mismo Jesús coloco en ti para que no fuese
escondida bajo la cama.
Puedes darle rostro y nombre a
aquellos que fueron “nadie”.
Bienaventurados los que son
perseguidos por hacer lo correcto, porque el reino de los cielos les pertenece.
Mateo 5.
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