Con tu lupa mírame, Soberano Rey.
Revisa todo lo que hay
en mí, escudriña mi corazón, y límpiame.
No me es fácil
cambiar, lo reconozco. AYUDAME.
¿Puedes verlo?
Señor mío, hay maldad
en mi, hay deseos de no seguir, también hay debilidad y pesadez.
Hay sentimientos de
culpa, hay dejadez, hay miedos enredados en mi ser.
Hay dudas, hay
incertidumbre, desanimado, asustado, y perdido está mi corazón.
¿Por qué esta vacía mi alma? ¿Acaso tú no eres quien lo llenas? ¿Por
que se siente solo mi espíritu? ¿Acaso no caminas conmigo todo el tiempo?
¿Que es lo que me hace
falta Amado mío?
Cuanto me cuesta
escucharte y aun mas entenderte, soy una bola de iniquidad, indigna de ti.
Inmerecida de tu amor
y de tu misericordia.
Me sorprende que sigas
aquí, ¿Cómo puedes amar tanto a alguien que no te es fiel, que no te tiene en
sus pensamientos, que no es obediente ni constante?
¿Cuantas oportunidades
tu Señor nos das? ¿Tan tonta soy que he desaprovechado cada una de ellas?
Estoy muerta sin
embargo, camino, ciega pese a que mis ojos están “abiertos”.
Pero puedo notar luz
en mí, un pequeño destello que no ha dejado de brillar.
Se que no es
suficiente, pero puedo decirlo, es esa luz la que no ha dejado que todo en mi
se desvanezca.
Dije un día, YO CREO,
pero luego mi interior dejó de creer y
se acostumbro a lo que tenia, mis sueños de gloria y majestuosidad a tu lado se
esfumaron, no me di cuenta cuando se fueron.
Como una maquina
empecé a hacer lo que había acostumbrado a hacer, nadie noto que ya no era la
misma.
Empecé a secarme, mi
corazón se volvió de piedra, ya no me inmutaba nada a mí alrededor.
Ví lagrimas caer, y
las mías se habían evaporado, encontré corazones rotos, pero yo no sentía
compasión por ellos, heridas que podían ser sanadas con mis manos, las deje
desangrar.
Y las mías, ni que
decir de las mías, ya empezaron a sangran
con un color algo diferente. Ya no son rojas, las gotas de sangre, ahora son
cafés.
Otras, por su parte se
han cicatrizado, o eso parece, una costra gruesa se encuentra en lugar de la
herida abierta, pero en realidad no están sanas, puedo sentirlas doliendo todo
el tiempo.
Pero sabes, bendito
Hijo de Dios, hay algo que no entiendo, creí cuando me dijiste que todo estaba
resuelto, que mis heridas estaban sanas, y mi pasado olvidado.
Entonces, ¿Por qué me
he dejado engañar del enemigo? Créeme Jesús, ellas parecen reales, de verdad
duelen, puedo sentirlas.
Todo lo he postergado,
lo he dejado en tus manos y he dejado de trabajar, de moverme, de creer, toda
la carga la he centralizado en ti.
Como niña te busco, me
da miedo toda esta responsabilidad, siento no poder controlar toda esta
sobrecarga de emociones, como niña esperando el consuelo y el abrazo de su
Padre, yo te busco. Y si cierro mis ojos y no pienso en más nada? Y si me
duermo en tus brazos sin preocuparme en volver a despertar?
Si me aíslo del mundo
y me encierro en mi cuarto contigo.
Este es mi llamado de
auxilio, no me dejes aquí, no me importaría morir, pero no me idealizo mi vida
sin ti.
Si voy a vivir que sea
a tu lado, no me interesa otra opción, otras propuestas.
Por favor
ayúdame. Llévate mis sombras y devuélveme
la luz, sumérgeme en tu mar de bellezas y no permitas que siga viviendo esta
vida ilógica, sin sentido, sin fuego, sin pasión.
Enséñame a descansar
en medio de la oscuridad.
Haz de mí aquella
mujer que tú crees.
¿Sirve de algo amor
mío reconocer lo inútil y débil que soy delante de ti?
No puedo, y aunque
quiero, mi cuerpo no responde.
Yo me rindo a ti.
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